Frenesí sagrado y pujante que
de tanto en tanto brota como si la Naturaleza hubiese sembrado en nuestra alma el
germen del caos primitivo, de lo ultra humano que se apodera de nuestro ser para arrastrarnos
hacia el abismo de lo infinito. La inquietud esencial de nuestro cosmos
interior en ebullición, nos arroja hacia la magia de lo numinoso que escapa a
toda razón razonable. Insatisfacción peligrosa de un espíritu inquieto que se
eleva como anhelo hacia alturas inimaginables para terminar como estrella fugaz
errante con un poder de inspiración del más allá...
Tal como si Dionisio nos hubiese rozado con el misterio de su tirso, un conjuro de energía desordenada nos despierta del mundo de lo inerte y a su vez nos mata de lo vivo sinrazón, un caos creador de mil formas y sentidos girando como caleidoscopio en un kairós multicolor.
Tal como si Dionisio nos hubiese rozado con el misterio de su tirso, un conjuro de energía desordenada nos despierta del mundo de lo inerte y a su vez nos mata de lo vivo sinrazón, un caos creador de mil formas y sentidos girando como caleidoscopio en un kairós multicolor.
Como manantial entre las rocas,
el murmullo interior se cuela siguiendo la fuerza de nuestro hado, quien en su
templo custodia con sigilo las esencias dormidas mientras nos incitan
irresistiblemente a obrar gobernando nuestro sino en el decurso del tiempo.
Bajo la égida de Goethe, poeta
amo de sí mismo y dueño de su voluntad, intentamos con fuerza heroica
transformar la tentadora fantasía de lo inconmensurable en forma definida para
evitar huir de las fronteras de la vida y convertir con entusiasta decisión lo
eruptivo en evolutivo.
Fuerzas que se amigan, siempre que sepamos domeñar el torbellino volcánico que nos extravía en la
inmensidad como buque sin timón que se encalla en los arrecifes de la fatalidad.
Es una lucha épica con la existencia que danza entre pluma y balanza al compás
de las moiras hilanderas de las hebras de la vida en la rueca del destino. Un
juego pítico de noventa y nueve lunas de papel y un
alma empapada de tinta para garabatear mil historias de decoro bajo los
laureles de Apolo. Aquella que viaja en el navío sagrado de Teseo, aunque teme
querer perderse en el laberinto de Creta para ser devorada por el Minotauro. Y
aunque la pasión enceguecida impida ver
los hilos de Ariadna, los oídos impíos escuchan como letanía el susurro de Dédalo
soplando las alas que nos llevarán de regreso al final del camino. Y así, bajo
el amparo del más allá echaremos hondas raíces en las profundidades de la tierra
enardecida para habitar con valor y convicción nuestra propia fábula florecida
bajo el sol del más acá.
Gabriela Ricciardelli
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