Para poder comprender la obra de Edward
Bach, es necesario partir de los conceptos de salud y enfermedad que engloba su
Cosmovisión, ya que decidió trabajar con principios ancestrales dejados de lado
por la cultura dominante de su tiempo. Nos movemos bajo una valoración de la
salud aceptada socialmente para plantear el problema de la enfermedad, la que
dice que el factor esencial para lograr la salud es salir de la enfermedad,
porque ésta sería como un punto de partida en lugar de un punto de llegada
luego de un largo proceso, como señala Bach. En nuestra cultura, consideramos
la enfermedad como algo nuevo que se ha manifestado y que es un punto de
partida en el que hay que luchar. Para Bach, llegamos al estado de enfermedad
luego de un largo proceso en el que la salud ha pasado por diversos deterioros.
El factor esencial para la salud es aprender la lección que se nos ofrece a
través de las enfermedades o aprender la lección de salud que se nos ofrece en
general.
Bach señala “La salud consiste en
obedecer las órdenes y estar de acuerdo con nuestro yo espiritual”. ¿Quién da
las órdenes?, evidentemente se está refiriendo a órdenes de los dictados del
alma, no a las órdenes del Terapeuta/Médico quien le indica tomar una
determinada esencia/medicación. El otro aspecto que aparece en la definición es
el yo, Bach diferencia el yo común -no un yo en común- vulgar, físico, que
tiene la característica de ser físico o psicofísico y el que imaginamos es el
centro de la personalidad. El yo como conjunto de fuerzas de todas las
interacciones, algo así como el centro mental porque consideramos que la
conciencia se encuentra en la mente. Por otro lado, menciona al yo espiritual y
hace una diferenciación. Él habla de lo eterno, de lo que nos conecta con el
cosmos, lo espiritual que está en el cosmos y está en nosotros. Bach tiene una
noción ternaria de nuestra composición: cuerpo físico, alma y espíritu. El yo
espiritual es aquél que tiene una diferencia con la organización corporal
anímica que tenemos en común con el resto de los animales. Lo espiritual es
aquello que nos distingue de los animales, aquello que nos permite desarrollar
el ojo perceptivo, intuitivo sin la necesidad de ver con los ojos físicos.
Serían las funciones superiores, en todo caso, desarrolladas y que algunos
autores denominan clarividencia. Por lo general, se entiende al Alma como una cuestión
emocional, aunque el alma estaría incluyendo tres aspectos: lo sensorial, lo
racional, y lo conciente de lo racional, porque puede haber quien racionalice
pero no sea conciente de lo que racionaliza, es decir actúa, sube a un
colectivo, paga un boleto, viaja en el subte, utiliza herramientas, pero no es
conciente de sus actos, no reflexiona sobre sí mismo, no piensa socialmente en
las consecuencias de lo que hizo o si piensa tal vez no le importa, con lo cual
su alma conciente se encuentra limitada. Posee un aspecto sensorial que es todo
lo que lo conecta con el sufrimiento y la alegría, tiene un aspecto racional que
lo comunica con lo que hay que hacer para poder vivir coherentemente sobre la
tierra y tiene un aspecto conciente que es lo que lo comunica con las
consecuencias de sus propios actos en un instante, por ejemplo votar.
En cuanto a la cuestión
espiritual, no es patrimonio estricto de nuestra individualidad sino que la
compartimos con el cosmos. El Uno para los antiguos no pensaba, porque si
pensase debería dejar de ser Uno para ser el que piensa y lo pensado, por lo
tanto tenía que haber un desprendimiento, una ‘díada indefinida’, en la que participaba el uno y el espíritu, y
el espíritu era el que intuía. Esta fuerza espiritual es la que intuye al Uno,
a la unidad de todas las cosas, y también a la diversidad. Estas fuerzas
espirituales intuyen en el cosmos y nosotros participamos de esa fuerza
intuitiva, de esa capacidad intuitiva. Este yo espiritual es el que me conecta
con el cosmos. El yo común es el que me conecta con mi aspecto físico. Por eso
Bach hace la distinción entre el yo común y el yo espiritual al que tenemos que
acceder. Entonces, la salud consiste en obedecer las órdenes del alma
(espíritu) y estar de acuerdo con nuestro yo espiritual, aquél que está en
contacto con el cosmos, con las fuerzas cósmicas espirituales que se
manifiestan en las cosas en términos más o menos adecuados o desarrollados, por
ejemplo, en la piedra en términos materiales y en la flor se manifiesta en toda
su plenitud. Esta espiritualidad propia de los objetos de cada reino, podemos
conocerla siempre y cuando comprendamos que podemos hacerlo gracias a que
tenemos el modo de ser de las cosas del universo, del espectro de las cosas del
universo, los minerales en los huesos, lo vegetal en algunos aspectos de lo
circulatorio, y/o lo animal en ser mamíferos, y además tenemos un plus, que
sería el Yo espiritual. Lo que no logramos muchas veces es conectarnos con esas
capacidades, esas potencialidades. Las dejamos de lado, no las aceptamos o nos
conformamos con lo psicofísico, con una mente que supuestamente funcionaría
como lo hace un estómago segregando determinado tipo de jugo gástrico y por lo
tanto lleva a cabo la digestión, así como un cerebro que segrega cierto tipo de
proceso mecánico que se convierte en pensamientos, y por lo tanto el
pensamiento es patrimonio mío, personal o de cualquier otro ser vivo humano y
nada más, como si nosotros hubiéramos venido de un cosmos distinto de este. Sin
embargo, hemos surgido en este cosmos junto con las flores, los árboles, los
mares, pero tenemos ese plus, que muchas veces no lo usamos y hasta lo negamos.
Entonces, Goethe, el gran poeta alemán y luego Bach que lo retoma, tratan de
señalarnos que nuestro yo psicofísico tendría que conectarse con el universo en
su conjunto y por lo tanto con todos los seres vivos que se encuentran en el
universo para poder entrar en una interacción plena, y saberse miembro, un
miembro más aunque en cierto modo privilegiado de ese cosmos. Ese plus que es
el yo espiritual sería aquél que logra salirse de esas fuerzas vulgares y se
conecta con fuerzas que nos han constituido a todos. Si voy por el bosque, piso
una flor, me resbalo y caigo, no puedo insultar a la flor, porque no puedo ni
imaginar lo que le pasó a la flor. Si la flor pudiera hablar y decir todo lo
que piensa de mí, como mínimo diría: “¡pero cómo no me has visto!”.
Entonces, para comprender el
planteo general de Bach respecto a cómo se produce la enfermedad, cómo se
produce la cura, tenemos en primer lugar, que aceptar un modo de ver la
enfermedad como el conflicto entre el Alma (espíritu) y el yo común. Otro de
los aspectos, es que no nos curamos, en todo caso, vamos hacia la enfermedad,
actuamos por egoísmo, crueldad, codicia atentando contra la unidad. Tenemos que
tratar de comprender el mundo como una gran sinfonía en la que las personas,
las plantas, las cosas, los animales, todo, son manifestaciones de esa gran
unidad y que aunque se nos manifieste por separado, es única. Una vez que
alcancemos esa unificación es probable que comprendamos que contamos con otras
fuerzas que nos pueden ayudar a curar, que nos pueden armonizar. Normalmente en
lo urbano, por ejemplo, la enfermedad se presenta como un problema de falta de
adecuación, de falta de armonía respecto de un ser y lo que lo rodea, que
siente que no hay comunidad sino un conjunto de individualidades fragmentadas y
aisladas que corren para el mismo lado o diferentes. Esa sensación de soledad
extrema que sufre una persona en una gran ciudad en la que cada uno ‘hace la
suya’ para salvarse, hace que posiblemente crea que su microcosmos es el
cosmos, es el todo. Como no tiene ninguna posibilidad de resolver el problema
de la totalidad pasa a creer que su microcosmos individual es el todo y cada
vez nos alejamos más del otro. Esta sensación de fragmentación puede promover
miedo, que es uno de los tres elementos que Bach define como promotores de
enfermedades.
Bach nos dice que la armonía se
produce por AMOR. Amor con mayúsculas. Algunas interpretaciones consideran que
el amor, en términos terrestres, es la fraternidad, otros la solidaridad, otros
la caridad y toda una serie de palabras que se pueden utilizar, pero
básicamente hay un acuerdo en que el AMOR es una ‘fuerza universal creadora’. Y
la palabra universal choca por el vértice con la palabra individual, con el
culto a esa individualidad, cuando tiene que estar al servicio del conjunto, de
otro modo esa individualidad que cree que es el todo falla en la valoración de
lo que es. Esta individualidad se considera plena cuando en realidad le está
faltando la integridad, le falta lo otro, el otro, lo demás, lo que no es, como
si estuviera sola y pudiera ser autosuficiente. Se enferma en realidad porque
no consigue imponerse como autosuficiente. Porque lo que tiene que buscar es la
armonía con lo que le circunda, de lo contrario es muy probable que flaquee su
capacidad de resistencia aún cuando no sea conciente de lo que vive. Para que
este yo espiritual, que comprende que somos parte de un cosmos, pueda armonizar
con este yo individual que se cree único, irrepetible, maravilloso, que
prescinde de los demás, que puede tener privilegios -característica básica del
yo de esta cultura- necesita buscar la cura en la vinculación comunitaria. Es
como decir “bueno, vamos al hospital a curarnos”, “vamos al hospital de la
comunidad”, vamos a la comunidad, pero la comunidad no es un lugar en ese
sentido, en todo caso la comunidad sería un logro, ¿y qué nos unifica a los
seres humanos como comunidad? La comunidad es experiencia y podemos llegar a
construirla, y como según Bach la comunidad cura, entonces vamos a tener que
ponernos manos a la obra.
En el capítulo tercero de “Cúrense a ustedes mismos”, Bach señala
siete defectos del yo común: el orgullo, la crueldad, el odio, el egoísmo, la
ignorancia, la inestabilidad y la codicia. Se detiene en la codicia, la nombra
al final, valdría la pena hacer un análisis de estos defectos, pero con la
codicia nos alcanza. Ofrece un ejemplo acerca del vínculo con los padres,
refiere que la paternidad es sagrada ya que tiene que dar sin pedir ningún tipo
de reciprocidad, sin esperar que el joven le devuelva nada, le tiene que dar
porque sí, de lo contrario se genera un tipo de codicia de las peores, de las
más negativas que operan imposibilitando la libertad del hijo. Esto parece
interesante, porque al concepto codicia se lo entiende de otra manera. Esta es
una cultura que está basada en la codicia, es una civilización que está
sustentada sobre la base de estos siete defectos. El principio “kantiano” de
‘para qué sirve’ aplicado a los seres, puede que una vaca sirva para hacer una
cartera, y la cartera para venderla, y el río para que pueda arrojar todos los
desechos de mi curtiembre y el mar para que se lleve toda el agua contaminada y
apenas se note. Uno podría entender así la vinculación con el resto del mundo
en el que vivimos, en términos utilitarios y con toda la magnitud de la codicia
que imposibilita la libertad de un ser joven en formación cuando sus padres lo
cargan con una deuda semejante.
Pasemos revista al planteo de la
psicosomatización ya que hay quienes consideran que la valoración de los
defectos es de carácter metodológico, es decir, que con sólo agudizar un poco
la mirada e identificar la flor, le puedo dar un frasquito y ‘yo lo curo’.
Habría toda una serie de recetas y procedimientos: “si le duele el hombro
izquierdo por la mañana es porque es de determinada manera”, “si tiene una
esclerosis por lo tanto es rígido” o “si tiene artrosis tendría que sucederle
tal cosa y si sufre hipertensión su personalidad sería tal…” y subo la apuesta
“si es de tal signo o si tiene determinada cuadratura de Plutón con la Luna sus
flores serían tales”, visto así este sería un planteo mecánico aunque Bach no
es un mecanicista, todo lo contrario, es un espiritualista, y resulta que no se
puede entender a Bach si no se efectúa una lectura de lo previo, lo que está en
el conjunto. Esto es alopatizar a Bach, es malinterpretarlo. Hay una valoración
acerca de las razones de la salud y la cura que son mucho más importantes,
porque si hacemos un reduccionismo corremos el riesgo de cristalizar a Bach, de
encerrarlo en un frasco de piedra. Las ‘indicaciones psicosomáticas’, no pueden
ser un punto de llegada, es un punto en todo caso de partida de la observación,
uno puede atender a una persona que está somatizando, pero la somatización es
la manifestación última de la enfermedad, no es la enfermedad, es sólo el
síntoma. Bach no es un reduccionista, tiene una noción de amplitud en cuanto al
universo y no reduce la personalidad humana a cuatro o cinco síntomas. En todo
caso, la somatización sería un momento a
superar para retornar al marco adecuado de lo armónico, de lo contrario la
somatización va a permanecer y nosotros vamos a seguir atacando síntomas
creyendo que estamos atacando un centro específico que produce la enfermedad.
Bach es un benefactor de la
humanidad, porque señala que nuestros actos tienen consecuencias universales, y
que podríamos lograr la libertad si evolucionamos hacia la perfectibilidad
posible que está involucrada en nuestras características, y en todo caso
curarnos a nosotros mismos, siempre y cuando hagamos este tipo de
ejercitaciones. Porque Bach no le dice a las personas “cúrense, que ustedes
pueden curarse a sí mismos de cualquier manera”, no es ni un imperativo ni un
‘de cualquier manera’, él ofrece una conjunción, un modo de entender el mundo
en el que vivo y al cosmos al que pertenezco y da una serie de indicaciones
acerca de lo que imposibilita la cura o de lo que produce la enfermedad en todo
caso, e incluye los hilos culturales, civilizatorios, las fuerzas que no se ven
pero están. Se trata de una toma de conciencia global lo que estaría en juego,
porque es lo que permitirá salir del yo hacia el Yo Superior para alcanzar el Nosotros.
Gabriela Ricciardelli
Dra. H. C. en Medicina Floral
Dra. H. C. en Medicina Floral
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