Vamos por la vida envueltos a diario por los más variados aromas que despiertan nuestros sentidos y nos sumergen en un mundo de estímulos y sensaciones. Cada día perfumes y aromas irrumpen para despertar en nuestra alma un abanico de emociones. Cuántas veces nos detuvimos detrás de la estela fragante de un embriagador aroma que nos retrotrajo a nuestra más tierna infancia o tal vez nos paralizó ante el recuerdo de un hecho doloroso.
- Breve Historia de la
Aromaterapia
A través de las fragancias podemos
establecer un puente que nos enlaza con el pasado y evocar en nuestra mente
momentos ya vividos.
Los olores crean ‘universos’ y
así nos conectan con la memoria atávica de la humanidad.
Utilizar las propiedades benéficas de las plantas para la salud y la belleza es una acción que el hombre lleva a cabo desde los comienzos mismos de la humanidad. Los tratamientos naturales han jugado un papel importante desde las primeras civilizaciones hasta nuestros días en dondela Aromaterapia Moderna
retoma antiguas sabidurías y se inserta como
sistema integral para tratar al
ser humano y abordarlo de una manera holística.
A través de los aceites esenciales que se utilizan en Aromaterapia podemos equilibrar nuestras fuerzas sutiles y restablecer nuestra armonía.
Utilizar las propiedades benéficas de las plantas para la salud y la belleza es una acción que el hombre lleva a cabo desde los comienzos mismos de la humanidad. Los tratamientos naturales han jugado un papel importante desde las primeras civilizaciones hasta nuestros días en donde
A través de los aceites esenciales que se utilizan en Aromaterapia podemos equilibrar nuestras fuerzas sutiles y restablecer nuestra armonía.
En la historia de la humanidad
los tratamientos naturales han ocupado un lugar importante.
Podríamos decir que la historia
de la Aromaterapia se remonta al hombre de las cavernas. Judith Jackson en su
libro Aromaterapia y Masaje nos
cuenta que en el año 1975 se descubrió en Irak un esqueleto de un hombre de
alrededor de 60000 años al que llamaron Shadinar IV encontrando depósitos de
polen de milenrama y jacinto, plantas medicinales aún cultivadas y usadas por
los campesinos iraquíes.
En un principio arrojaban al
fuego los brotes de algunos arbustos o árboles a modo de proveer combustible.
Pero, al observar que los aromas desprendidos despertaban la misma sensación en
las personas que rodeaban al fuego, como euforia, alegría, etc., y que cada vez
que repetían la experiencia quemando la misma planta se producían los mismos
efectos, comenzaron a considerarlas como plantas mágicas. No nos olvidemos que
en ese momento la reli gión y la
medicina estaban estrechamente asociadas. El “ahumado” de los enfermos fue una
de las primeras formas de medicina.
Los egipcios, 4000 años A.C.
utilizaban elementos básicos, como la cera de abejas, lanolina, incienso y
mirra. Esto se conoce a través del testimonio del papiro de Ebers, de la XVIII
dinastía faraónica, que es el primer manuscrito enteramente dedicado al arte de
la perfumería y en el que figuran una diversidad de recetas.
Usaban el humo desprendido por el
benjuí, cedro, enebro y tomillo con el objeto de refrescar el aire y expulsar a
los espíritus malignos. Estos últimos eran probablemente para los antiguos
egipcios lo que en la actualidad consideramos como problemas psicológicos o
emocionales.
En las pirámides se han
encontrado frascos de perfume y tarritos de aceites que los egipcios colocaban
para que los difuntos los utilizaran en la próxima vida.
Los primeros perfumes, entonces,
fueron sustancias resinosas que al arder despedían buen olor. De hecho la
palabra perfume se deriva de dos términos latinos: per, que significa “por
medio de” y fumum “humo”.
Las esclavas danzaban con conos
de perfume sobre sus cabezas, elaborados con grasa perfumada con mirra,
incienso, romero y tomillo. Estos conos se fundían y se dispersaban
gradualmente en el aire mientras bailaban.
La civilización del antiguo
Egipto, es famosa por sus embalsamamientos que consistía en vaciar las
cavidades de los cadáveres y rellenarlos con plantas y ungüentos aromáticos.
Para preservar los cadáveres de los acaudalados se empleaba mirra y cedro. Para
la gente común se utilizaba canela, elemí, sándalo y tomillo. Posiblemente los
primeros ‘químicos cosmetológicos’ pudieron ser los embalsamadores egipcios,
quienes trasladaron sus conocimientos en materia de preservación de los
cadáveres al cuidado de la piel de los vivos.
Los sacerdotes egipcios, que eran
los sanadores de la sociedad, prescribían la mirra, consagrada a la diosa de la
luna, como agente antiinflamatorio. En efecto, los egipcios creían que estas
medicinas eran eficaces justamente por ser prescritas por alguno de los dioses.
Cleopatra impregnaba las velas de
su barco con agua de rosas y dejaba a su paso una estela fragante. Su rutina de
belleza incluía baños de leche de burra y aplicaciones de parches faciales de
semillas de sésamo y cebada prensada. También utilizaba, al igual que la
mayoría de las mujeres egipcias, aceite de nuez para mantener el pelo oscuro y
brillante.
Sus fragancias cambiaron
literalmente el curso de la historia y se dice que Marco Antonio se embriagó
con el perfume de aceite de rosa y patchouli que ella llevaba en la piel.
También sabemos, gracias a la nobleza e incorruptibilidad de los aceites esenciales, cómo olía el legendario Tutankamón. Su tumba fue sellada en el año
Fueron los egipcios quienes
iniciaron el arte de extraer las esencias de las plantas calentándolas en
recipientes de arcilla, por infusión. Según el médico cirujano Jean Valnet,
utilizaban una forma primitiva de destilación para extraer los aceites esenciales
de las plantas calentándolos en ollas de arcilla, cuya boca del recipiente era
cubierta con paños de lino, al subir el vapor traía consigo los aceites
esenciales y éstos quedaban impregnados en el lino, éste era estrujado luego
para obtener el aceite esencial que
sería utilizado en curaciones y para todo tipo de rito reli gioso.
Los hindúes, por su parte, hace
más de 5000 años AC en las lejanas cumbres del Himalaya, a través de la
profunda sabiduría de los profetas llamados rishis utilizaban las propiedades
de algunas hierbas.
Aunque los egipcios iniciaron el
arte de extraer las esencias de las plantas calentándolas en recipientes de
arcilla por infusión, fueron los alquimistas griegos quienes inventaron la
destilación (destilar las esencias de las plantas hirviéndolas o cociéndolas al
vapor preservando a la vez su fragancia y sus propiedades curativas).
Los griegos creían que las
esencias frescas, que salían de las plantas vivas, les ayudaban a conservar la
salud física. Por ello, construían sus casas con habitaciones que daban a
jardines de hierbas y flores.
Posiblemente el empleo más
conocido de plantas aromáticas entre los griegos fue la práctica de coronar a
los campeones olímpicos con guirnaldas de hojas de laurel fuertemente
aromáticas. Los griegos confeccionaban guirnaldas de rosas para aliviar la
jaqueca y utilizaban el perfume de hoja de parra para lavarse la cabeza. Los soldados
griegos llevaban consigo a la batalla un ungüento hecho de mirra para el
tratamiento de las heridas.
Los médicos griegos desarrollaron
la ciencia de la medicación aromática. Por ejemplo, Teofrasto,
quien es considerado el primer verdadero aromaterapeuta, escribió un tratado
guía sobre los aromas, Relativo a los
aromas, en el que analizaba los efectos de diversos aromas en los
pensamientos, los sentimientos y la salud.
Otro griego, Galeno,
fue uno de los primeros herbolarios. Su famoso manual para el uso de las
plantas fue la Biblia médica del mundo occidental durante 15 siglos y se
encontraba en la librería de los monasterios europeos. Galeno proporcionó una
receta para la “teriaca”, un medicamento a base de la combinación de 150
plantas, partes de animales, minerales y piedras preciosas. Era la panacea para
todas las enfermedades, desde el dolor de cabeza hasta la lepra, la teriaca se
prescribió en Francia hasta el siglo XVII y se llevó a bordo en los barcos por
cientos de años. También se le atribuye a Galeno, la receta original de la
crema de belleza, a base de cera de abejas, aceite de oliva y agua de rosas. Numerosa
cantidad de médicos griegos fueron empleados por Roma como cirujanos militares
y médicos personales de los emperadores romanos. Galeno, médico de Marco Aureli o, se inició como cirujano en una escuela de
gladiadores.
Los griegos fueron los que
comenzaron a destilar las esencias de las plantas hirviéndolas o cocinándolas
al vapor para conservar a la vez su fragancia y sus propiedades curativas y los
romanos perfeccionaron la capacidad de deleitarse con los aromas llevando el
uso de los perfumes a un extremo extravagante, antes de utilizar las tazas de barro las ponían a remojar en
perfume. El pueblo romano consumía cantidades tan grandes de plantas aromáticas
para perfumarse que en el año 565 fue promulgada una ley que prohibía utilizar
esencias exóticas en privado. Al parecer, esa medida fue dictada por el temor a
que no hubiera suficiente incienso para quemar en los altares de las
divinidades. Utilizaban, por ejemplo, benjuí para Júpiter, ámbar para Venus y
el laurel era recomendado para invocar a casi todas las deidades.
Al extenderse el Imperio romano
por toda Europa, dejaron como legado el baño diario en baños comunales
perfumados con agua de rosas. En el año 3 de la era cristiana, Roma se había
convertido en la capital mundial del baño. Cada baño tenía su propio
“unctuarium”, donde los bañistas eran untados con aceites y masajeados.
El perfume de rosas tenía un
especial atractivo para los romanos. En el palacio de Nerón había tuberías de
plata que esparcían su perfume sobre los invitados. Nerón dormía sobre un
colchón de rosas y su esposa Popea viajaba con su propio rebaño de mulas para
obtener la leche para sus baños.
Tras la caída de Roma, los
médicos romanos supervivientes huyeron a Constantinopla llevando consigo sus
libros y sus conocimientos. El Imperio Bizantino, utilizó no sólo
medicinalmente las plantas, sino que hizo un generoso uso de los perfumes. A
través de Constantinopla, por la traducción de las obras médicas grecorromanas
y gracias a la famosa biblioteca médica de Alejandría, el conocimiento
acumulado en la Antigüedad pasó al mundo árabe. Las conquistas, las cruzadas y
el crecimiento de las redes comerciales permitieron la expansión y la
combinación de los conocimientos y las técnicas de herbolarios y perfumistas.
La conquista de Afganistán por
Alejandro tuvo como consecuencia la unión fortuita de las tradiciones
medicinales griegas e indias. Sus extensas rutas comerciales permitían a los
romanos importar especias de la India y resinas de Arabia, país éste donde se
estaban desarrollando nuevos e importantes productos y procesos aromáticos.
Fueron los árabes quienes perfeccionaron la destilación de las esencias. El más
grande de los médicos árabes, Avicena, fue quien descubrió el
método de la destilación de los aceites esenciales como lo conocemos hoy en
día. Fue el primero en destilar la esencia de rosas, un proceso carísimo, ya
que se necesitan 1000 kilos de pétalos de rosa para preparar medio kilo de
esencia. Usaban esta esencia para perfumar los guantes de piel que vendían a
las clases altas de Europa.
Las rutas comerciales árabes
hicieron de los aceites esenciales un ingrediente clave para el comercio
internacional. Importaban el bálsamo de Egipto, el azafrán y el sándalo de la
India, el alcanfor de la China y traían el almizcle por el Himalaya desde el
Tibet. Los árabes empleaban las nuevas fragancias de un modo único: añadían
almizcle al mortero para construir las mezquitas, de modo que los edificios
sagrados despidieran un aroma acre al mediodía.
Los caballeros de las Cruzadas,
volvían a casa no sólo con todo tipo de preparados exóticos jamás vistos en
Inglaterra, sino con el conocimiento de cómo destilarlos. Los cruzados
aprendieron de los árabes los avanzados métodos para la destilación de los
aceites esenciales, llevando a sus países estas técnicas.
A ciencia cierta, no sabemos qué
sucedió en Europa entre la caída del Imperio Romano y el siglo X
aproximadamente, época conocida como las Edades Oscuras debido a la falta de
documentos coherente, aunque es probable que hubiera una tradición establecida
sobre el uso de las hierbas medicinales. Sabemos que hacia el siglo XII los
“perfumes de Arabia”, tal como se los denominaba a los aceites esenciales, eran
famosos a lo largo de toda Europa.
En
Nicholas Culpeper nacido en 1616 fue el herbolario inglés más conocido. Él recuperó gran
parte de las enseñanzas de los antiguos médicos griegos, como Hipócrates y
Galeno. Una de sus citas bíblicas preferidas era del Eclesiastés: “El Señor
creó las medicinas a partir de la tierra; y Él, que es sabio, no las
desprecia”.
Dentro de los remedios para el
cuidado de la piel que Culpeper recomendaba podemos citar una infusión de
verbena y tallos de retama para limpiar la piel, harina de avena hervida con
vinagre para el tratamiento de manchas y granos, así como el pan negro empapado
en agua de rosas para aliviar el cansancio de los ojos. Además de sus fórmulas,
Culpeper incluye unas pautas astrológicas para cada planta, ya que en su época
los médicos consultaban las estrellas antes de prescribir algún remedio a sus
pacientes. Por ejemplo, el romero, se halla regido por el Sol y se cree que
alivia el resfrío al calentar y tonificar el cuerpo. En cambio, la verbena,
regido por Venus, es indicada para los problemas ginecológicos.
El siguiente cambio en el terreno
de la belleza natural acaeció durante el Renacimiento. Hubo
grandes avances y algunos perfumistas creaban no sólo seductoras fragancias
sino también mortíferos venenos. Por ejemplo, Catalina de Medici, al casarse
con el rey de Francia, llevó con ella a su perfumista para -en caso de
necesidad- enviar algunos guantes envenenados a sus enemigos. A pesar de esto
las esencias sirvieron igualmente a las buenas causas de luchar contra las
infecciones. Un medicamento favorito fue “el vinagre 4 ladrones”, una mezcla de
ajenjo, romero, salvia, lavanda, canela, clavo de olor, nuez moscada, ajo y
alcanfor, macerada en vinagre rojo y que se friccionaba por todo el cuerpo para
prevenir la enfermedad.
Los europeos creían que el baño
diario debilitaba el cuerpo por eso utilizaban el perfume para tapar el
desagradable olor corporal. A pesar de que el baño no estaba de moda las damas
de la corte mantenían el cutis limpio; algunas con vino tinto y leche de burra
y otras con agua de lluvia y hasta su propia orina. Utilizaban también
infusiones de hierbas de hinojo y eufrasia.
Napoleón, quien seguramente sabía
de las propiedades afrodisíacas del romero, hacía traer de Alemania sesenta
frascos mensuales de agua de colonia con romero. La reina Isabel de
Hungría también hacía uso del romero aunque con un propósito curativo. Según cuenta
la historia, a los 72 años estaba gotosa y reumática cuando recuperó el vigor
de su juventud con un eli xir de
romero, lavanda y orégano. Así sedujo al rey de Polonia quien le pidió su mano.
Por su parte, los conquistadores
europeos descubrieron nuevas plantas medicinales durante la exploración del
nuevo territorio. Los españoles quedaron atónitos ante los jardines botánicos
de Moctezuma, los que proveían a los médicos aztecas de las materias primas
para elaborar sus medicinas. Durante los siglos XVII y XVIII el promedio de
muertes infantiles durante los partos era menor entre las mujeres indias que
entre las europeas. Las indias bebían té de ‘cohosh azul’ (caulolophyllum thalictroides) que más tarde se descubrió que
contiene caulosaponina, y provoca fuertes
contracciones uterinas, asegurando así un parto fácil. También usaban plantas
como el jengibre silvestre para el dolor, además de ser un poderoso
antibiótico, para protegerse durante el parto.
El impulso materialista hizo que
el hombre, no sólo se alejara de la madre Naturaleza , sino que se adentrarse cada vez
más en la tecnología y comenzara a confiar, más adelante, en la rápida acción
de los antibióticos industriales cuyo descubrimiento se produjo en el año 1928.
Estas sustancias sintéticas, que son capaces de producirnos reacciones
alérgicas, reemplazaron a las naturales no sólo en medicamentos sino también en
los perfumes. Por ejemplo, se le atribuye a Coco Chanel, la famosa diseñadora
de modas, de ser la responsable de comenzar con los perfumes totalmente
químicos como se utilizan hoy en día. Por los años ´20 ella buscaba elaborar un
perfume que evocara una atrevida libertad en la mujer. Había
encargado hacer unas pruebas de laboratorio y por error en una mezcla se había
colocado una cantidad diez veces mayor de aldehído (derivado del alcohol
etílico que se obtiene a partir de la eli minación
del hidrógeno). A Coco le encantó este frasco, que era la muestra N ° 5. Así nació
el célebre Chanel N°5, totalmente químico.
Han aparecido nuevos ingredientes
en escena como el colágeno bovino (elaborado a base de grasa de vaca) que
proclaman ser capaces de alisar la
piel. El único problema radica en que las moléculas de
colágeno son demasiado voluminosas para penetrar ni siquiera las capas más
superficiales de células cutáneas.
Se fue avanzando dentro de la
tecnología y se inventaron nuevos “sistemas trasmisores” para llevar
ingredientes a la piel, cuyo objetivo sería las células cutáneas envejecidas.
Se desarrollaron los microscópicos liposomas para que se deslizaran a través de
la piel donde, en teoría, soltarían su carga de ingredientes activos en cada
célula individualmente.
Más tarde la misma ciencia
demostraría las propiedades benéficas de los ingredientes naturales. Así, por
ejemplo, se comprobó que los extractos de plantas como la manzanilla curan la
piel lesionada y que el aceite de palta regenera las pieles envejecidas.
Hubo algunos investigadores franceses que retomaron la antigua tradición de la cura aromática. A comienzos del siglo XX, un químico francés, René-Maurice Gattefosse, fundó una casa que producía aceites esenciales para su uso en cosmética y perfumería. Un día, estando en su laboratorio, se quemó la mano e inmediatamente decidió sumergirla en un recipiente con aceite esencial de lavanda ya que recordó que se decía que la lavanda curaba quemaduras y aliviaba el dolor. Rápidamente la quemadura perdió rojez y comenzó a sanar. Impresionado por la capacidad reconstituyente de los tejidos, comenzó su investigación acerca de los poderes curativos de los aceites esenciales, siendo Gattefosse quien acuñó la palabra Aromaterapia. Así París se convirtió en la cuna de
Actualmente la Aromaterapia nos
proporciona una versión contemporánea del antiguo arte de curar.
Gabriela Ricciardelli
Dra. H.C. en Medicina Floral
Master en Naturopatía
Dra. H.C. en Medicina Floral
Master en Naturopatía
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