TEORÍA del
CONOCIMIENTO Basada en la
Visión Goetheana del Mundo
Rudolf Steiner,
Edit. Antroposófica, págs. 27, 28, 29 y 30.
B.
LA EXPERIENCIA
4. Constatación del concepto de experiencia.
4.1.- Así pues, tenemos dos campos que se
encuentran frente a frente: nuestro pensar y los objetos de los que se ocupa.
En la medida en que son accesibles a nuestra observación, designamos a estos
últimos como el contenido de la experiencia. En principio, no tendremos en
cuenta si existen, además, otros objetos que se hallan fuera de nuestro campo
de observación ni cuál pueda ser su naturaleza. Nuestra tarea inmediata será
delimitar con precisión cada uno de los dos campos descritos: la experiencia y
el pensar. Acerquémonos, pues, a la primera tarea.
4.2.- ¿Qué es la experiencia?
Cada uno de nosotros es consciente de que nuestro pensar se enciende cuando
colisiona con la
realidad. Los objetos en el espacio y en el tiempo salen a
nuestro encuentro, percibimos un mundo exterior enormemente multifacético y
articulado, y vivenciamos un mundo interior desarrollado con mayor o menor
riqueza. La primera forma en la que todo ello se nos presenta es la de algo
acabado. No participamos en su génesis. La realidad comienza por ofrecerse a
nuestra captación sensorial y mental como si surgiera de un más allá que nos es
desconocido. Lo único que podemos hacer al principio es dejar que nuestra
mirada recorra esa multiplicidad que se nos presenta.
4.3.-
La
primera de nuestras actividades es la captación sensoria de la realidad y hemos
de retener lo que se ofrece en dicha captación. Porque sólo eso es lo que
podemos llamar “experiencia pura”.
4.4.-
Inmediatamente
sentimos la necesidad de impregnar con el entendimiento ordenador la infinita
variedad de formas, fuerzas, colores, sonidos, etc., que se nos presenta. Nos
esforzamos en esclarecer las mutuas dependencias de todas las cosas aisladas
que salen a nuestro encuentro. Cuando se nos aparece un animal en un lugar
determinado, nos preguntamos sobre la influencia de ese lugar en la vida del animal,
cuando vemos cómo rueda una piedra, buscamos otros fenómenos que se relacionen
con ese hecho. Pero lo que suerte con ello ya no es experiencia pura, tiene ya un doble origen: experiencia y
pensamiento.
4.5.-
La experiencia pura es aquella forma de
la realidad en la que ésta se nos aparece, cuando, con plena abstracción de
nuestro yo, nos enfrentamos a ella.
4.6.-
Goethe
se refiere a esa forma de la realidad cuando en su ensayo “La Naturaleza” dice:
“Estamos circundados y abrazados por
ella. Ella nos acoge en el círculo de su danza sin invitación ni advertencia.”
4.7.-
En
los objetos que se ofrecen a los sentidos exteriores todo se nos pone delante
sin que apenas podamos hacer nada para evitarlo. Al principio, un cuerpo se nos
presenta como una multitud de formas, colores, impresiones térmicas y
cromáticas que, de repente, se hallan ante nosotros, como si hubieran surgido
de una fuente original que nos es desconocida.
4.8.-
La
convicción psicológica de que el mundo sensorial tal como se nos presenta, no
es nada en sí mismo sino que es ya producto de la interacción entre un mundo
molecular exterior desconocido y nuestro organismo, no contradice lo que
acabamos de afirmar. Aún si fuera verdad que el color, el calor, etc., no son
otra cosa que el modo en que nuestro organismo se ve afectado por el mundo
exterior, no deja de existir ahí un proceso que, en una región totalmente al margen de la conciencia, transforma el quehacer del
mundo exterior en color, calor, etc. No importa cual sea el papel que despeña nuestro
organismo en ese proceso: lo que a nuestro pensar se presenta como forma de
realidad acabada (la experiencia) no es la actividad molecular, sino los
colores, sonidos, etc.
4.9.-
La
situación ya no es tan clara cuando nos acercamos a nuestra vida interior. Y
aún así, un examen más preciso hará desaparecer cualquier duda sobre si
nuestros estados interiores se aparecen al horizonte de nuestra conciencia de
la misma forma en que lo hacen los objetos y hechos del mundo exterior. Un
sentimiento me impacta, como puede también impactarme una impresión luminosa.
En este aspecto no es importante el que yo luego establezca una relación más
íntima con una impresión u otra. Incluso hay que decir que hasta el pensamiento
mismo comienza por aparecer como un hecho de la experiencia. Cuando nos
acercamos al pensamiento con actitud investigadora, lo situamos frente a
nosotros y vemos su primera forma (de aparición) como si surgiera de algún
lugar que nos es desconocido.
4.10.-
Y
no puede ser de otro modo. Si se tiene particularmente en cuenta su forma, como
actividad individual dentro de nuestra conciencia, nuestro pensar es observación, es decir, dirige la mirada
hacia fuera, hacia algo que se le contrapone. En un principio sigue siendo una
actividad. Su mirada se perdería en la nada, en el vacío, si no se le pusiera
nada delante.
4.11.-
Todo
lo que haya de ser objeto de nuestro conocer ha de someterse a esa forma de
confrontación; pues somos incapaces de trascenderla. Si el pensar ha de
convertirse en un medio para penetrar con mayor hondura en el mundo, primero ha
de volverse él mismo experiencia. Hemos
de buscar el pensar como si fuera un objeto más entre los hechos de la experiencia.
4.12.-
Únicamente
así nuestra concepción del mundo poseerá uniformidad interior. Dejaría de
tenerla en el momento en que quisiéramos introducir en ella un elemento ajeno.
Nuestra intención es enfrentarnos a la mera experiencia pura y buscar en ella
misma el elemento que vierte luz sobre ella y sobre el resto de la realidad.
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