Lo que conocemos como enfermedad es la etapa terminal de un
desorden mucho más profundo, y para asegurarse un éxito completo en el
tratamiento, es evidente que tratando sólo el resultado final no se logrará una
eficacia total, a no ser que se suprima también la causa básica. Hay un error
primario que puede cometer el hombre, y es actuar contra la Unidad; esto se
debe al egoísmo.
Por eso también podemos decir que no hay más que una aflicción primaria -el malestar ola
enfermedad-. Y así como la acción contra la Unidad puede
dividirse en varias clases, también puede dividirse la enfermedad -el resultado
de esas acciones en varios grupos que corresponden a sus causas. La propia
naturaleza de una enfermedad es una guía muy útil para poder descubrir el tipo
de acción que se ha emprendido contra la Ley Divina de Amor y Unidad.
Por eso también podemos decir que no hay más que una aflicción primaria -el malestar o
Si tenemos en nuestra naturaleza suficiente amor para todas
las cosas, no podemos hacer el mal; porque ese amor detendrá nuestra mano ante
cualquier acción, nuestra mente ante cualquier pensamiento que pueda herir a
los demás. Pero aún no hemos alcanzado ese estado de perfección; si lo
hubiéramos alcanzado, no se requeriría nuestra existencia aquí. Pero todos
nosotros buscamos ese estado y avanzamos hacia él, y aquellos de nosotros que
sufren en la mente o en el cuerpo son guiados por ese mismo sufrimiento hacia
esa condición ideal; y con sólo leer correctamente esta lección, aceleraremos
nuestro paso hacia esa meta, y también nos libraremos de la enfermedad y de la angustia. En cuanto
entendemos la lección y eli minamos
el error, ya no es necesaria la corrección, porque tenemos que recordar que el
sufrimiento es en sí beneficioso en tanto que nos dice cuándo estamos tomando caminos
equivocados y encarrila nuestra evolución hacia su gloriosa perfección.
Las primeras enfermedades reales del hombre son defectos
como el orgullo, la crueldad, el odio, el egoísmo, la ignorancia, la
inestabilidad y la codicia; y cada uno de estos defectos, tomado por separado,
se verá que es adverso a la
Unidad. Defectos como éstos son las auténticas enfermedades
(utilizando la palabra en su sentido moderno), y es la continuidad y
persistencia de esos defectos, después de que hayamos alcanzado esa etapa de
desarrollo, en la que nos damos cuenta de que son inadecuados, lo que precipita
en el cuerpo los resultados perjudiciales que conocemos como enfermedad.
El orgullo se debe, en primer lugar, a la falta de
reconocimiento de la pequeñez de la personalidad y de su absoluta dependencia
del alma, y a no ver que los éxitos que pueda tener no se deben a ella, sino
que son bendiciones otorgadas por la Divinidad interna; en segundo lugar, se
debe a la pérdida del sentido de proporción, de la insignificancia de uno
frente al esquema de la
Creación. Como el Orgullo se niega invariablemente a
inclinarse con humildad y resignación ante la Voluntad del Gran Creador, comete
acciones contrarias a esa Voluntad.
La crueldad es la negación de la unidad de todos y un no
lograr entender que cualquier acción contraria a otra se opone al todo, y es
por tanto una acción contra la Unidad. Ningún hombre pondría en práctica sus
efectos perniciosos contra sus allegados o seres queridos, y por la ley de la
Unidad tenemos que desarrollarnos hasta entender que todos, por formar parte de
un todo, han de sernos queridos y cercanos, hasta que incluso quienes no
persigan evoquen sentimientos de amor y compasión.
El odio es lo contrario del Amor, el reverso de la Ley de la Creación. Es
contrario a todo el esquema Divino y es una negación del Creador; lleva sólo a
acciones y pensamientos adversos a la Unidad y opuestos a los dictados por el
Amor.
El egoísmo es nuevamente una negación de la Unidad y de
nuestro deber para con nuestros hermanos los hombres, al anteponer nuestros
intereses al bien de la humanidad y al cuidado y protección de quienes nos
rodean.
La ignorancia es el fracaso del aprendizaje, negarse a ver
la Verdad cuando se nos ofrece la oportunidad, y lleva a muchos actos equivocados
como los que sólo pueden existir en las tinieblas y no son posibles cuando nos
rodea la luz de la Verdad y del Conocimiento.
La inestabilidad, la indecisión y la debilidad aparecen
cuando la personalidad se niega a dejarse gobernar por el Ser Superior, y nos
llevan a traicionar a los demás por culpa de nuestra debilidad. Tal condición
no sería posible si tuviéramos en nosotros el Conocimiento de la Divinidad Inconquistable
e Invencible que es en realidad nuestro ser.
La codicia lleva al deseo de poder. Es una negación de la
libertad y de la individualidad de todas las almas. En lugar de reconocer que
cada uno de nosotros está aquí para desarrollarse libremente en su propia línea
según los dictados del alma solamente, para mejorar su individualidad y para
trabajar con libertad y sin obstáculos, la personalidad codiciosa desea
gobernar, moldear y mandar, usurpando el poder del Creador.
Ésos son ejemplos de enfermedad real, origen y base de
todos nuestros sufrimientos y angustias. Cada uno de esos defectos, persevera
en ellos pese a la voz de nuestro Ser Superior, producirá un conflicto que
necesariamente se habrá de reflejar en el cuerpo físico, provocando un tipo
específico de enfermedad.
Ahora podemos ver cómo cualquier tipo de enfermedad que podamos
sufrir nos llevará a descubrir el defecto que yace bajo nuestra aflicción. Por
ejemplo, el orgullo, que es arrogancia y rigidez de la mente, dará lugar a esas
enfermedades que producen estados de rigidez y envaramiento del cuerpo. El
dolor es el resultado de la crueldad, en tanto que el paciente aprende con su
sufrimiento personal a no infligirlo a los demás, desde un punto de vista
físico o mental. Las consecuencias del odio son la soledad, los enfados
violentos e incontrolables, los tormentos mentales y la histeria. Las
afecciones introspectivas -neurosis, neurastenia y condiciones semejantes-, que
privan a la vida de tanta alegría, están provocadas por un excesivo egoísmo. La
ignorancia y la falta de discernimiento traen sus dificultades propias a la
vida cotidiana, y, además, si se da una persistencia en negarse a ver la verdad
cuando se nos brinda la oportunidad, la consecuencia es una miopía y mala
visión y audición defectuosa. La inestabilidad de la mente debe llevar en el
cuerpo a la misma condición, son todos esos desórdenes que afectan al
movimiento y a la
coordinación. El resultado de la codicia y del dominio de los
demás son esas enfermedades que harán de quien las padece un esclavo de su
propio cuerpo, con los deseos y las ambiciones frenados por la enfermedad.
Por otra parte, la propia zona del cuerpo afectada no es
casual, sino que concuerda con la ley de causa y efecto, y, una vez más será
una guía para ayudamos. Por ejemplo, el corazón, la fuente de vida y por tanto
de amor, se ve atacado especialmente cuando el lado amable de la naturaleza frente a la
humanidad no se ha desarrollado o se ha utilizado equivocadamente; una mano
afectada denota fracaso o error en la acción; al ser el cerebro el centro de control, si se ve
afectado, eso indica falta de control en la personalidad, y así podemos seguir
analizando las distintas manifestaciones de la ley de causa y efecto: Todos
estamos dispuestos a admitir los muchos resultados que siguen a una explosión
de ira, al golpe recibido con una mala noticia; si cosas triviales pueden
afectar de ese modo al cuerpo, cuánto más grave y profundamente arraigado será
un conflicto prolongado entre el
alma y el cuerpo. ¿Cómo asombramos de que el resultado dé
lugar a padecimientos tan graves como las enfermedades que hoy nos afligen?
Sin embargo, no
hay por qué desesperar. La prevención y curación de la enfermedad se logrará
descubriendo lo que falla en nosotros y erradicando ese defecto con el recto
desarrollo de la virtud que la ha de destruir; no combatiendo el mal, sino
aportando tal cantidad de la virtud opuesta que quedará barrido de nuestras
naturalezas.
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