Un amor de moño o un moño de amor - Gabriela Ricciardelli

    Ansiamos inútilmente un amor perfecto que ya venga en envase sellado al vacío, en lugar de entusiasmarnos con las ganas de hacer juntos, asombrarnos con lo que aparece, con las posibilidades que se asoman, las formas originales que vamos creando de conjunto y sin inhibiciones. Dejemos de buscar algo pre-armado con moñito de regalo, tampoco deslizarnos con lo que surja al ‘tuntún’ -como decía mi abuela- porque eso sería gastar el presente en lugar de vivirlo sabiamente. Por lo menos ser concientes de aquello que surja espontáneamente para atesorar el momento y que se vuelva alimento para el alma...

    El amor que perdura en el tiempo es el que se construye sobre el gerundio: ‘Te estoy amando’, siempre en construcción y reinventándose a sí mismo. De este modo, tal vez podremos entrenar el ‘cociente amoroso’ como dice Risso, para lograr un amor inteligente en el que se active a su debido momento, en forma armoniosa y según las necesidades: la pasión, la ternura, la amistad, la alegría compartida, la entrega total y desinteresada. Un amor unificado que incremente la capacidad de disfrute y evite la rutina y el sufrimiento estéril.

     Nada más lejos que la intención de formular una dietética de la cuestión, ni dar ‘abracadabras’, ni mapas-guía que sólo enfrascan, rotulan y desorientan aún más. La receta paso a paso puede ser tan limitante como el infructuoso volar sin referencias visuales y sin instrumental. Por el contrario, considero que no hay nada más pleno que desplegar las alas del deseo y la creatividad para gozar de la libertad de construir auténticos castillos multicolores conociendo y comprendiendo lo que se lleva a cabo, aunque sin certezas opresivas y con la única brisa constante y segura del propio cambio. Como dicen los chinos, nada permanece invariado, lo que se estanca fenece, lo que no está creciendo está muriendo, todo evoluciona transformándose. Hagamos de nuestra vida un periplo inagotable de aventuras, donde reine el amor, el respeto, una profunda decisión de no lastimar, con la plena confianza y seguridad de que podemos abrir la mente y el corazón sin que nada sea usado en nuestra contra y dispuestos a colaborar con toda nuestra energía.

    Por supuesto, en el camino nunca intentes cambiar a nadie, porque cada uno tiene esa potestad, valoralo por lo suyo y simplemente agradece su proximidad. Todos de algún modo aprendemos algo de quienes nos acompañan y ese intercambio de por sí ya es valioso porque quedará por siempre tallado en nuestras almas. Y si labrando el camino juntos entrenamos el gerundio, tal vez sin darnos cuenta cosechemos un círculo reproductivo de reciprocidad infinita...

     Sólo desatando nuestros nudos evitaremos un amor de-moño atado, para enlazar racimos de moños de amor y felicidad a nuestro alrededor.

Gabriela Ricciardelli

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