de flores aquí y allá en el jardín;
muchos nombres escuchaste, y siempre suplanta,
con bárbaro sonido, el uno al otro en el oído.
Todas las formas son análogas, y ninguna se asemeja a la otra;
así indica el coro una ley oculta,
un sagrado enigma. ¡Oh, si yo pudiese, querida amiga,
transmitirte al instante la feliz palabra que lo desvela!
Observa en su devenir
cómo la planta poco a poco,
gradualmente guiada, se forma en flor y fruto.
Se desarrolla a partir de la semilla, apenas de la tierra
el seno que fecunda en silencio le da la vida,
al estímulo de la luz sagrada, eternamente moviente,
Yace en la semilla la
fuerza simple: un modelo incipiente,
cerrado en sí mismo, replegado bajo el envoltorio,
hoja, raíz y brote, sólo medio configurado y sin color;
así el grano seco conserva a cubierto la vida serena,
que irrumpe hacia lo alto, se confía a la humedad benigna,
y de la noche circunstante surge.
(...) En círculo se
ponen ahora, contadas y sin número,
las hojas más pequeñas junto a sus semejantes.
Alrededor del eje hinchado se define el cáliz que esconde,
y a la forma más alta prodiga coronas de color.
(...) Pero la
magnificencia será proclamación de nueva productividad.
Sí, la hoja coloreada siente la mano divina,
y se contrae rápidamente; las formas más finas,
tienden hacia delante, determinadas a unirse.
Se unen íntimamente las parejas afines, juntas
se ordenan en círculo alrededor del consagrado altar.
Himeneo ronda por allí,
y magnífica fragancia, con fuerza,
dulce olor, afluye, reavivándolo todo alrededor.
Ahora aislados se llenan gérmenes infinitos
envueltos en el seno materno del fruto que se hincha.
Y aquí el anillo de las fuerzas eternas de la naturaleza se cierra...
vuelve ahora, oh amada, la mirada al abigarrado hormigueo;
verás como tu mente ya no se confunde.
Toda planta te proclama ahora leyes eternas.
Toda flor conversa claramente contigo.
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