El amor es una exaltación de la voluntad que se une a lo que desea y que goza de ello por adelantado como si ya lo dispusiese.
Si plantamos una semilla, se trata de gozar de ese árbol como si ya hubiese crecido. Si educamos a un niño es preciso ver al futuro hombre.
En cualquier orden de la vida, para hacer es necesario amar, poseer desde el comienzo el porvenir que aún no existe. Por eso no se puede hacer nada sin amar, desde el principio se goza con alegría el fruto terminado. Sólo generaremos felicidad en derredor si ese accionar amoroso y continuo que emana de nuestro interior se transforma en nuestra verdadera misión: amar desde el hacer para compartir desde el principio un mundo colmado de felicidad, deseo y alegría.
Si plantamos una semilla, se trata de gozar de ese árbol como si ya hubiese crecido. Si educamos a un niño es preciso ver al futuro hombre.
En cualquier orden de la vida, para hacer es necesario amar, poseer desde el comienzo el porvenir que aún no existe. Por eso no se puede hacer nada sin amar, desde el principio se goza con alegría el fruto terminado. Sólo generaremos felicidad en derredor si ese accionar amoroso y continuo que emana de nuestro interior se transforma en nuestra verdadera misión: amar desde el hacer para compartir desde el principio un mundo colmado de felicidad, deseo y alegría.
Gabriela Ricciardelli
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