Consideraciones acerca del valor terapéutico de las esencias florales


En 1886 nace Edward Bach (1886-1936 - padre de la Medicina Floral), un médico de origen galés que en los años ‘30 desarrolló un sistema de curación emocional a través de flores silvestres.
Basó sus descubrimientos en una sólida experiencia como médico, patólogo, bacteriólogo, inmunólogo y homeópata con un gran afán de encontrar las causas profundas de la enfermedad.
Su cosmovisión está imbuida de varias tradiciones como: el budismo, el hinduismo, el cristianismo, la francmasonería, la teosofía, sus propios orígenes celtas y las antiguas tradiciones griegas.
La mayoría de sus escritos y conferencias tratan acerca de la Naturaleza humana.

Desde una perspectiva filosófica Bach propone una profunda tarea al ser humano, buscar el perfeccionamiento a través un trabajo personal. El objetivo es comprender la lección que se nos muestra en la enfermedad para lograr un aprendizaje que le permita al ser humano avanzar mejorándose a sí mismo y al sentido de su vinculación.
Mediante un trabajo conciente entrenamos nuestro pensar que nos conducirá a acciones adecuadas en armonía con nuestro yo espiritual.
Según la filosofía del Dr. Bach el hombre tiene que ir aprendiendo distintas lecciones para poder avanzar en el proceso de evolución hasta alcanzar la perfección.
Las Flores de Bach conforman un sistema que permite en su totalidad el crecimiento personal a través del aprendizaje de estas lecciones de vida.
Cada flor nos ayuda a aprender una determinada lección, a asimilar conocimiento arquetípico, a desarrollar una virtud particular, como solía decir el Dr. Bach. Cuando utilizamos una flor, lo que hacemos es despertar la virtud que derretirá nuestro defecto como la nieve se derrite al sol. Así, al tomar una flor despertamos en nosotros la virtud necesaria para transformar nuestros defectos en las virtudes correspondientes.

La acción de las Esencias Florales no es bioquímica, sino vibracional.
Principios energéticos activos vs principios químicos activos
Cada una de las Flores de Bach vibra en la misma frecuencia energética armónica que el correspondiente al dictado del espíritu humano. Y ante su distorsión no armónica y su retardación, las Flores de Bach pueden hacer retornar la armonía a través de la resonancia de vibración. La esencia restablece como un catalizador el contacto bloqueado entre el aspecto espiritual individual de la persona y su personalidad.
Las Flores de Bach son la impresión energética, la huella de la flor que permanece en un medio acuoso y al ser incorporadas a nuestro sistema energético se va produciendo una modificación desde el interior al exterior de nuestro sistema.
No actúan como un factor externo de modificación de nuestra conducta.
Asimismo, la enfermedad puede ser entendida como una oportunidad de corregir aspectos que de otro modo no hubiesen salido a la luz y así aprender distintas lecciones aplicando todo el potencial de autocuración que hemos podido despertar y desarrollar gracias a este proceso de concientización.
Este proceso, a medida que avanza, se retroalimenta con la esencia floral y esto le permite al individuo la posibilidad de responder de acuerdo a los ritmos y necesidades internas de su energía vital. Su uso es seguro y eficaz.
Las Flores de Bach nos ofrecen en la actualidad un sistema integral para abordar al ser humano de una manera holística. De manera sencilla y natural, lograremos que nuestro cuerpo, alma y espíritu se reconecten para recuperar el equilibrio perdido y facilitar nuestro bienestar.

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