Viviendo la Antroposofía

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Cuando una pareja se "separa", independiente de cuál haya sido la forma y la situación en la que esa separación se efectuó, en la esfera espiritual se observa siempre la misma imagen y lectura: en realidad no es una "separación", sino una emancipación. En la conciencia diurna o vigilia, esas dos personas no saben que inconscientemente han decidido en el mundo espiritual emprender un camino independiente del otro para que cada uno pueda desarrollar lo que juntos ya no sería posible. Esencialmente se trata de una renuncia del ideal materialista, esto es, la obligación de continuar juntos, estancados por reglamento cultural cuando en verdad y en realidad la relación ya no es el espacio fértil apropiado para el desarrollo personal. La relación ofreció, en su unión original, todo el fruto posible, y debe morir ahora para que, en cada uno, pueda nacer algo nuevo en aras del futuro: "Me emancipo de ti para que puedas continuar tú evolución como persona ya que juntos no será posible". Si fuéramos conscientes de este hecho espiritual, las "separaciones" tendrían un carácter más civilizado, cordial y respetuoso; desaparecerían los reproches, las culpas; y la ira que muchas veces inunda la relación social, contaminándola, estaría apagada, dando paso a la cordialidad, el respeto y el deseo de que el otro pueda seguir creciendo en su nueva experiencia de vida. No nos es posible separarnos de aquello a lo que hemos estado unidos por amor. Ese vínculo será para siempre. Cuando los caminos individuales se divergen o separan, se emancipan para una nueva vida. Una emancipación conyugal es un verdadero acto de amor en sí mismo, una renuncia por el bien del destino del otro.
(viviendo la Antroposofía)
Marcos Acosta Soler.

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