'La Metamorfosis: cómo alcanzar la esencia'
Goethe y el GoetheanumSteiner, Rudolf, Estudios acerca de Goethe y métodos goetheanistas del pensar. Trad. Paula Epenstein, Buenos Aires.
Quien haya contemplado las formas, cuyo conjunto
armónico constituía la estructura orgánica del Goetheanum, pudo comprobar cómo
los conceptos de Goethe sobre la metamorfosis han penetrado en la idea de su
construcción.
Goethe
concibió estas ideas de la metamorfosis cuando quiso abarcar la gran variedad
del mundo vegetal en la unidad espiritual. Para este fin buscó la planta
arquetípica, es decir, una figura vegetal ideal.
En esta planta podía un órgano adquirir tamaño y perfección especiales, y otros permanecer pequeños e insignificantes. De este modo era posible crear, en la imaginación, un sinnúmero de formas especiales que tuvieran por origen aquella planta existente como idea. Si la mirada se extendía entonces por las formaciones exteriores del mundo vegetal, encontraba en cada una de ellas una representación distinta de la planta arquetípica. La totalidad del reino vegetal constituía así una planta en sus más variados aspectos.
En esta planta podía un órgano adquirir tamaño y perfección especiales, y otros permanecer pequeños e insignificantes. De este modo era posible crear, en la imaginación, un sinnúmero de formas especiales que tuvieran por origen aquella planta existente como idea. Si la mirada se extendía entonces por las formaciones exteriores del mundo vegetal, encontraba en cada una de ellas una representación distinta de la planta arquetípica. La totalidad del reino vegetal constituía así una planta en sus más variados aspectos.
Con esto Goethe daba por sentado que en la diversidad
de los organismos impera un principio que los configura, y que es reproducido
por el hombre, cuyas fuerzas intelectivas son móviles. Así contribuyó al
conocimiento humano algo que no es mera observación de la esencia del mundo, de
los fenómenos universales, sino algo que se funde en una unidad con ellos.
Goethe hizo valer el mismo principio para la
comprensión de la planta individual. La hoja ya es, en idea, la planta entera
en su forma más simple; y en la planta multiforme aparece, en un modo más
complicado, la hoja, es decir, varias hojas, o lo que sería lo mismo, varias
plantas simples se unen según el principio foliar y constituyen la planta
superior. También los diferentes órganos de las formaciones animales eran, para
Goethe, transformaciones de un órgano fundamental, y el reino animal completo,
las configuraciones más variadas de un “animal arquetípico”.
Este último pensamiento no fue desarrollado en todos
sus aspectos por
Goethe.
Su sentido de responsabilidad, especialmente respecto del mundo animal, le hizo
detenerse a mitad del camino. No quería avanzar hacia una mera formación de
ideas, mientras los hechos sensibles no le confirmaran sus formas ideales, sus
ideas.
Hay dos modos de ver las ideas de Goethe sobre la
metamorfosis.
Pueden considerarse como una particularidad muy
interesante del espíritu goetheano, sin profundizarlas en modo alguno. Pero
también puede uno tratar de orientar la propia actividad mental según la
dirección que tomó Goethe. Se verá entonces que comienzan a revelarse misterios
de la Naturaleza que, de otro modo, son inescrutables.
Hace más de cuarenta años, cuando yo creía haber
descubierto lo anteriormente expuesto, llamé a Goethe el Copérnico y el Kepler
de la ciencia del mundo vivo. (Introducciones a los escritos científicos de
Goethe, en la
“Literatura
Nacional Alemana”). Partía de la idea de que la hazaña copernicana en el mundo
inorgánico corresponde al descubrimiento de una relación de hechos que son
independientes del hombre; y que la hazaña correlativa, en el reino de los
seres vivos, está en el hallazgo de una actividad adecuada que permite al
espíritu humano captar el mundo organizado en toda su vitalidad.
Goethe ha realizado esta hazaña copernicana al
introducir en el conocimiento la actividad espiritual que desplegó en su obra
artística. Buscó el camino del arte dentro del conocimiento y lo encontró. El
antropólogo Heinroth pudo decir entonces que el pensar de Goethe era concreto y
objetivo.
Goethe
se mostró muy complacido con esta expresión, tanto, que así la empleó también
para su creación poética, manifestando al mismo tiempo cuan intensamente ligada
se hallaba en su alma la actividad artística con la cognoscitiva.
La profundización del mundo espiritual goetheano
inducía a tomar el camino inverso e introducir el concepto de metamorfosis en
lo artístico.
Donde
la Naturaleza es vida, se desenvuelve en formas que nacen unas de otras, y, al
adentramos con todo amor en la metamorfosis de la Naturaleza, que reproducimos
en nuestra alma, nos acercamos a aquella con las fuerzas creadoras
artístico-plásticas.
En consecuencia, podrá dársele el nombre de Goetheanum
a un edificio que, en su composición arquitectónica y plástica, revela la
intención de realizar en sus formas lo que se ha ganado a través de la
profundización de los conceptos goetheanos de metamorfosis (Trátase del
primer edificio destruido por el incendio en la noche del 31 de diciembre de
1922. Nota del traductor).
También la Antroposofía es, en este mismo sentido, una
evolución directa de los conceptos de Goethe. Goethe no prosiguió la idea de la
metamorfosis más allá de las formas perceptibles por los sentidos, debido a la
disposición especial de su alma; pero no deteniéndose en este punto y penetrando
hasta la comprensión de la metamorfosis en las percepciones anímicas y
espirituales, se llega hasta la Antroposofía. Con esto, sólo hemos señalado uno
de los hechos más elementales. En la actividad de la vida anímica se distinguen
sus tres formas: el pensamiento, el sentimiento y la voluntad. Sin
embargo, no basta distinguirlas una al lado de la otra, u observarlas en sus
funciones conjuntas; así no se penetrará nunca hasta la profundidad del alma.
Pero, quien llega a comprender que el pensamiento es una metamorfosis de la
voluntad y del sentimiento, y éste una metamorfosis del pensamiento y de la
voluntad, y la voluntad una transformación del pensamiento y del sentimiento,
se une, en el alma, con la naturaleza íntima de ésta. Goethe, que en lo
esencial sólo quería concentrarse en un mundo perceptible para los
sentidos, se mostró satisfecho de que su pensamiento se considerara objetivo y
concreto. El investigador espiritual sentirá una satisfacción similar cuando
perciba que su pensamiento hállase “animado por el espíritu” mediante el
concepto de la metamorfosis. “Concreto y objetivo” es el pensamiento cuando
puede unirse con la naturaleza íntima del mundo sensible en tal forma que la
sienta resonando en este mismo pensamiento. El pensamiento es “animado por el
espíritu” cuando puede recibir el espíritu en sí mismo, en su propio soplo y en
su propia vertiente. El pensamiento se transforma en mensajero del espíritu,
tal como las representaciones mentales del mundo sensible lo son de colores y
sonidos.
El pensamiento que ha pasado por esta metamorfosis se
ha librado del cuerpo, puesto que éste únicamente puede transmitirle un
contenido sensible.
A través de la idea de la metamorfosis se conquista el
mundo viviente y se da vida al propio pensamiento que de muerto se transforma
en vivo. Esto le confiere la capacidad de experimentar en si la visión
intuitiva del espíritu.
Basándose en el contenido de las obras de Goethe podría
llegarse a la conclusión de que Goethe habría rechazado la Antroposofía; para
ello hay razones aparentemente justificadas y, hasta cierto punto, hay que
admitir que Goethe se habría mostrado muy reservado en el caso. Se habría
sentido molesto al tener que perseguir la metamorfosis hasta un dominio donde
carecía del control de los fenómenos sensibles. No obstante lo dicho, la
concepción goetheana del mundo desemboca sin artificio en la Antroposofía.
Goethe ha dado a la Antroposofía el fundamento seguro
de su concepción del mundo, y por eso ella pudo ser cultivada en un edificio
que, en memoria del gran pensador, ha recibido el nombre de Goetheanum.
RUDOLF
STEINER
Enhebrando
las cuentas
del
espacio y del tiempo,
el
vivir de los mundos
palpitó
en sus palabras.
De
la Tierra del hombre,
que
la Cruz redimiera,
nos
contó que es el suyo
un
destino de amor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario