El problema de la materia (I)

Tratar el problema de la materia, obedece a respetar el monismo presente en la obra de Edward Bach, ya que podría suponerse que al postular un espíritu como principio, bien podría comprenderse que la materia sería el segundo principio en su obra. Sin embargo, de haber sido así -materia y espíritu entendidos como dos principios separados e interactuantes- la obra de Bach habría sido calificada de dualista en términos ontológicos.
Una atenta lectura del capítulo II de La curación por las flores, nos sitúa en la necesidad de alcanzar la unidad, tender a ella, evitar los dispersores que fragmentan la vida haciendo imposible la armonización requerida para mantener o alcanzar la salud y alejarnos del sufrimiento.
Pareciera una curiosidad o un capricho pretender mantener un monismo espiritualista y sin embargo mostrar que como resultado de su investigación científica de campo con flores y plantas en sus últimos siete años de vida –trabajo con la ‘materia sensible externa’-, surge una esencia curativa suministrada por las entrañas de la materia, por aquello que no vemos ni oímos, ni podemos mensurar ni tocar. Tal la magnitud de la obra de Bach que nos sigue desafiando a negarlo como científico, a encasillarlo como místico, a desafiarlo como médico, o bien a estudiar su planteo en tanto benefactor de la humanidad.
Así como no puede ser negado por nosotros que el punto de partida de la vida y obra de Bach fue estrictamente científico, tampoco puede ser obviado que el sentido de su obra lejos está de poder ser encasillado en los estrechos márgenes de la psicología y la psiquiatría (ver artículo al respecto), ya que éstas no aceptan el sentido espiritual que preside esta cosmovisión.
Es así que, para resituar esta magnífica obra en sus propios márgenes y devolverla al cauce que el maestro le concedió -ardua y bella tarea que nos hemos propuesto-, les sugerimos proseguir hoy con el significado que le habría otorgado al concepto de materia.
Ya para los antiguos, este concepto fue centro de controversias. Así para Platón la materia era entendida como la naturaleza de lo ilimitado –Filebo 23c a 30c-, y por tanto inferior al límite, al que necesita para poder perfeccionarse. El límite a su vez, es perfecto, autosuficiente, es decir, el Bien en sí posee estas características, en cambio la materia, lo ilimitado, es causa de su misma extinción, es tanto lo que  posee grandes dimensiones como lo pequeño, lo que porta un exceso y lo que lleva defecto o bien adolece.
Platón diría que al ser de las cosas que se caracteriza por su movimiento desordenado no le corresponde tener esencia ni principio. Serían estas cosas inestables, indefinidas e informes, lo cual les impide ser entes.
La posición platónica defendida siglos más tarde por los estoicos considera a la materia masa. La masa incluye a la magnitud y a la cualidad, les proporciona a los cuerpos extensión, magnitud, cualidad y forma. No obstante, como las acciones humanas no poseen fundamento material y los cuerpos son nada más que formas combinadas, la materia sería un nombre sin correlato objetivo.
Aristóteles había dicho como parte de su polémica con Platón, que la materia es extensión. La hyle o materia prima necesita de la forma para salir de su indefinición. Y los cuerpos en suma, son considerados como un compuesto de materia y forma. Para el liberto, la materia es privación, no está en las formas, en lo que aporta lo inteligible.
El problema -complejo en su desarrollo- muestra hasta aquí que la posición estoica admite para la materia su aparición en dos niveles, lo que es negado por Aristóteles.
Habrá que esperar hasta Plotino, quien impartió clases en Roma por los años 260 dC, para acceder a cierta síntesis aclaratoria de esta polémica, ya que los grandes maestros dejaron pendiente cuestiones acerca del origen de la materia, es decir, de dónde surge, y el problema de su esencia, es decir qué es.
Plotino trató este problema con consideraciones cambiantes a lo largo de su curso romano y por fin en la Enéada III, 6, aborda el núcleo de su imagen ontológica sobre la materia.  Lo que nos interesa desde Bach, es que Plotino acepta una materia espiritual y otra sensible, sensorial.  La materia es aquello que se revela como fondo en todo pensamiento humano y también en todo espíritu. Es desde luego, incorpórea, sustrato en el mundo sensible y también en el alma, es decir, se ubica también a la base en el mundo espiritual. La materia no constituye un principio autónomo -no se trata de una posición dualista-, ya que los seres sensoriales son entendidos como imágenes y sombras. Sería como un receptáculo y un sustrato de formas, afirma hacia el año 260 dC. Los compuestos tienen dos principios combinados, alma y cuerpo, los que corresponden a forma y materia en Aristóteles. El alma es entendida como un principio formador que viene a la materia y produce un cuerpo. La materia de los cuerpos no tiene cualidad y por ello carece de vida, como es también informe no puede darse forma a sí misma, fluye como fluyen los cuerpos, y espera que el alma los fije, informándolos, dándoles forma.
Plotino defendió tres ideas a este respecto:
a-    la fluidez corporal tiene mayor relación con la materia que con el alma.
b-     Es posible concebir una realidad material distinta de los cuerpos.
c-     Sin la existencia de realidades superiores no tendrían motivos para existir.

En suma, para finalizar el contenido de esta nota que proseguiremos en otro artículo, la materia, haya existido siempre o haya llegado como producto de seres superiores, acepta recibir al Bien, o a la potencia que informa.
Es decir, la materia es ubicada como sustrato del amor, de la unidad, y de este modo concibe el rechazo de la multiplicidad por su propia potencia unificadora. 



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