Una niña pequeña ha decidido pintar el cuadro de una casa para regalárselo a su mamá el día su cumpleaños. En su cabecita, la casa ya está pintada; ella sabe cómo será, hasta el último detalle, sólo falta ponerla en la tela.
Saca su caja de pinturas, el pincel y la tela, y muy contenta y entusiasta se pone a trabajar. Toda su atención e interés se centran en lo que está haciendo, nada puede distraerla de la tarea que tiene entre manos.
La pintura queda terminada a tiempo para el cumpleaños. Ella ha dado forma a la idea de una casa lo mejor que pudo. Es una obra de arte porque es enteramente de ella, cada trazo fue dado por amor hacia su madre, cada ventan, cada puerta fue pintada con la convicción de que debía estar allí. Aunque parezca un monton de paja, es la casa más perfecta que haya pintado, en un éxito porque la pequeña artista ha puesto todo su corazón y toda su alma, su ser entero para hacerlo.
Esto es la salud, es el éxito, la felicidad y el verdadero servicio. Servir por amor en perfecta libertad y a nuestro modo.
Así venimos a este mundo, sabiendo que pintura debemos pintar, habiendo ya delineado en el mapa el camino que vamos a seguir en la vida, y todo lo que nos hace falta hacer es darle una forma material. Pasamos por este mundo contentos y entusiastas, concentrando toda nuestra atención en esa pintura, y trasladando lo mejor que podemos nuestros propios pensamientos y aspiraciones a la vida física en cualquier ámbito que hayamos elegido.
Entonces, si seguimos del principio al fin nuestros propios ideales, nuestros propios deseos, con toda la fuerza que tenemos, no fracasaremos; por el contrario, nuestra vida será un enorme éxito, feliz y saludable.
La niña está feliz y ocupada en su pintura cuando pasa alguien y le dice: “por qué no pones una ventana aquí, y una puerta más allá, y por supuesto, el sendero del jardín debería estar de este lado”. El resultado es que la pequeña perderá todo interés en el trabajo, quizás siga haciéndolo pero ahora sólo estará llevando las ideas de otro a la tela; quizás se enoje, se irrite, se ponga triste o no se anime a rechazar las sugerencias; puede empezar a odiar la pintura y romperla, de hecho, según el tipo de niño que se trate será la reacción.
La pintura final quizás sea una casa reconocible, pero imperfecta y malograda, por ser la interpretación de los pensamientos de otro, y no de la niña.
Esto es la enfermedad, la reacción a la interferencia. Esto es el fracaso y la infelicidad temporaria, y esto ocurre cuando permitimos que otros intervengan en nuestro propósito de vida, e implanten en nuestras mentes la duda, el miedo o la indiferencia.
Del libro "Libérate a ti mismo" (1932)
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