Unos defienden ciegamente y promueven con ahínco una postura, otros la contraria sin intentar siquiera debatir en profundidad el problema. Están quienes discuten acerca de la figura de Bach: que si fue un místico iluminado que paseaba por el campo recibiendo información del más allá…o el más acá, o un respetado miembro de la comunidad científica (Bach científico vs Bach místico). Unos intentan encorsetar a Bach dentro del psicoanálisis, otros dentro del estructuralismo, algunos desde la new age, otros ni se lo cuestionan sólo ‘recetan’ flores. Están aquellos que pretenden adueñarse de él, otros alardean de ser los más ‘serios’, los más preparados, los más…También hay discrepancias en la manera de aplicar las flores: si actúan en dolencias físicas o no, si sirven para esto o aquello, y muchas veces terminan aprendiendo de memoria las mil y una fórmulas.
En cuanto al sistema, una de las cuestiones que se plantean es si el sistema Bach ya ha pasado de ‘moda’ dado que existen otros más nuevos y por lo tanto más actualizados. Si Bach hubiera vivido más tiempo, ¿hubiese continuado descubriendo nuevas flores para incorporar a su sistema?
No faltan los debates entre las distintas autodenominaciones. Los que se debaten entre llamarse-proclamarse terapeutas o consejeros o consultores o practitioner…oh oh oh! Con lo cual el sujeto/persona/individuo que atienden sería denominado paciente o consultante o cliente, según corresponda. Así llegamos a una sopa inglesa…
Este tipo de prácticas conducen al silencio, al aislamiento, a la fragmentación aunque tal vez ese sea el motor que nos impulse a atravesar las barreras ‘homogeneizantes’ aparentemente infranqueables para enriquecernos con lo heterogéneo y superar las diferencias en un encuentro fraterno.
Gabriela Ricciardelli
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